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Los cinco oscurecimientos del deseo

  • Foto del escritor: Roger Alvarez
    Roger Alvarez
  • 30 mar
  • 3 Min. de lectura


A veces, cuando se habla de meditación o de trabajo interior, se olvida que no todo son momentos de paz o claridad. Hay fuerzas internas que dificultan ese camino, como una especie de niebla mental que confunde, dispersa o agota. Una de las más comunes es el deseo, en todas sus formas. No solo como ganas de conseguir algo, sino como una energía que nos saca del momento presente y nos empuja hacia fuera, hacia lo que creemos que nos falta.

Desde antiguas enseñanzas budistas se habla de los cinco oscurecimientos (o "nubes mentales") que nacen de ese movimiento interior. No hace falta ser budista para entenderlos. De hecho, basta con observar la mente con un poco de atención para reconocerlos. Y solo con eso, tal vez, empieza un pequeño cambio.

1. Deseo sensorial

Es la atracción por lo que nos gusta. El placer de la comida, una canción, una imagen, una persona... No es algo malo en sí, pero cuando la mente se aferra a ello, aparece la ansiedad, la expectativa, y el malestar cuando no se consigue. Durante la meditación, suele manifestarse como una mente que divaga hacia recuerdos agradables o fantasías que no quiere soltar.

2. Aversión o rechazo

Cuando algo molesta, la reacción habitual es querer apartarlo, hacer que desaparezca. Pero esta reacción también nace del deseo: el deseo de que las cosas sean diferentes de como son. Puede aparecer como irritación, impaciencia o dureza con uno mismo. Y, igual que con el deseo, este rechazo nos desconecta del momento presente.

3. Somnolencia e inercia

Hay días en que la claridad no llega. La mente se espesa, todo se vuelve pesado. No es solo sueño, sino una especie de resistencia a mirar con honestidad. A veces está relacionada con hábitos que adormecen: pantallas, rutinas, desconexión emocional. Y detrás, tal vez, haya un deseo de no sentir, de no estar con lo que hay.

4. Agitación y remordimiento

Otras veces, la mente parece un caballo desbocado. Salta de un pensamiento a otro, anticipando, recordando, planeando... A menudo acompañada de culpa, de sensación de no haber hecho suficiente o de no haber estado a la altura. Es difícil descansar con ese ruido de fondo. Y muchas veces, ese movimiento viene de un deseo profundo de control o de perfección.

5. Duda

Quizás el más sutil de todos. No es una duda abierta ni una curiosidad sana, sino una duda que desgasta: “¿Lo estaré haciendo bien?”, “¿Vale la pena seguir?”, “¿Esto funcionará para mí?”. Cuando aparece, puede tambalear toda la práctica. Y en el fondo, muchas veces, esconde un miedo a comprometerse o a abrirse de verdad al cambio.

Observar sin luchar

Estos oscurecimientos no son errores ni fracasos. Son parte del funcionamiento natural de la mente cuando se ve atrapada en el deseo. No hace falta combatirlos. Basta con reconocerlos cuando aparecen, sin juicio, y volver con suavidad a la respiración, al cuerpo, a la sencillez del presente.

Con el tiempo, ese simple acto de volver puede cambiar muchas cosas. No de golpe, pero sí de forma profunda. Tal vez el deseo no desaparezca, pero se deja de estar atrapado en él. Y eso, por sí solo, ya es una forma de libertad.


Si este tema te resuena y quieres explorarlo en la práctica, te invito a escuchar el episodio del podcast “Los cinco oscurecimientos del deseo”.

Incluye una meditación guiada para observar con calma estos estados mentales y cultivar una mirada más clara y amable hacia ellos.















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