Los 4 Dharmas de Gampopa: una brújula interior para tiempos de confusión
- Roger Alvarez

- 28 nov
- 2 Min. de lectura

En la historia de la meditación y del desarrollo interior hay figuras que, sin buscar reconocimiento, dejaron semillas que siguen vivas siglos después. Una de esas personas es Gampopa.
¿Quién fue Gampopa?
Gampopa (siglos XI–XII) fue un médico de las montañas del Tíbet que unió dos caminos:
por un lado, el conocimiento compasivo de la medicina; por otro, la profundidad meditativa que recibió de su maestro Milarepa, uno de los grandes practicantes de la tradición tibetana.
No era un místico apartado del mundo. Había vivido pérdidas, tenía familia y conocía el sufrimiento humano de cerca. Quizá por eso su enseñanza es tan humana: directa, esencial y sorprendentemente actual. Entre sus aportaciones dejó una joya que hoy sigue siendo útil, tanto para personas que practican meditación como para cualquiera que busque claridad: los Cuatro Dharmas de Gampopa.
No son dogmas ni creencias, sino cuatro movimientos interiores para ordenar la mente cuando la vida se vuelve ruidosa.
---
Los 4 Dharmas de Gampopa
1. “Que mi mente se oriente hacia lo que me hace bien”
El primer paso es recordar la dirección.
Cuando nos dispersamos o nos dejamos llevar por la inercia, este principio invita a girar la atención hacia aquello que realmente nutre: calma, descanso, sinceridad, coherencia.
Es un pequeño giro interior que dice:
“Elijo lo que me sostiene, no lo que me desordena.”
---
2. “Que eso que me hace bien avance en mí”
No basta con saber qué es lo saludable.
Este principio recuerda que la claridad se cultiva con práctica: atención consciente, límites sanos, honestidad emocional, hábitos que aportan en lugar de restar.
Es como cuidar una planta: con constancia, la vida nueva aparece.
---
3. “Que el camino reduzca la confusión”
Cuando integramos estas prácticas, el nudo interior empieza a aflojarse.
Reaccionamos menos por impulso y vemos con más precisión: qué es un hecho, qué es una emoción y qué es una interpretación propia.
La mente se ventila; entra aire.
La confusión pierde peso porque hay más espacio para ver.
---
4. “Que la confusión se convierta en sabiduría”
El último principio es una forma de alquimia interior.
No se trata solo de evitar el caos mental, sino de aprender de él.
El miedo muestra una parte vulnerable que necesita cuidados.
El impulso señala una necesidad o una herida.
La frustración marca un límite o un valor que no se está respetando.
La confusión deja de ser enemiga y se convierte en información.
La experiencia —incluso la difícil— empieza a enseñar.
---
Una invitación
Estos cuatro principios funcionan como un mapa sencillo para cualquier persona:
recordar lo que te hace bien,
practicarlo,
ver con más claridad,
y aprender incluso de tus momentos más turbulentos.
No prometen una vida sin problemas, pero sí una forma más lúcida, honesta y amplia de relacionarte con ellos.



Comentarios