No es cuestión de aguantar, es cuestión de sanar
- Roger Alvarez
- hace 13 minutos
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Durante años, muchas personas que lidian con una adicción han recibido un mensaje simple pero peligroso: “Solo tienes que resistir”. Como si todo se tratara de fuerza de voluntad. Como si dejar de beber fuera tan fácil como decir “no” una y otra vez. Y sí, en algunos momentos la voluntad puede ser útil. Pero hay algo que muchas veces se pasa por alto: el dolor que hay debajo.
Porque lo que realmente nos atrapa no es la sustancia en sí, sino lo que intentamos apagar con ella. Y mientras ese dolor siga intacto, escondido, no sanado... las ganas de beber seguirán regresando.
Por eso, dejar de beber no puede ser simplemente una cuestión de aguantar. Esa estrategia funciona un tiempo, pero a la larga se rompe. El verdadero camino no es el del esfuerzo constante por resistir, sino el de la sanación profunda, el de mirar el dolor a la cara y permitir que se transforme.
Cuerpo
Muchas personas beben —y repiten conductas destructivas— no porque no tengan fuerza de voluntad, sino porque están intentando calmar un sufrimiento que aún no tiene palabras. El trauma puede tener muchas formas: abandono, pérdidas, violencia emocional, soledad, humillación, falta de amor... Y cuando ese trauma no se mira, se convierte en un impulso constante hacia el consumo.
El alcohol, en estos casos, no es solo un placer ni un vicio: es una vía de supervivencia emocional. Algo dentro de ti intenta protegerte del dolor… y recurre a la bebida como vía rápida de escape, como anestesia. Pero, como toda anestesia, no cura. Solo desconecta.
El problema llega cuando esa desconexión se vuelve crónica. Cuando se convierte en hábito, en identidad, en sistema de funcionamiento. Y ahí es donde aguantarse de beber, por sí solo, no transforma nada. Solo mantiene la tensión, el conflicto interno. Y vivir en una lucha constante es insostenible.
El verdadero cambio llega cuando te miras con ternura y decides sanar. Cuando no solo dejas de beber, sino que te abres a sentir lo que hay debajo. Cuando empiezas a entender que el problema no eres tú, sino el dolor que cargas. Y entonces, sí, puedes empezar a liberarte.
Sanar es un proceso. No es mágico, ni rápido, ni fácil. Pero es real y duradero. Puede incluir terapia, meditación, respiración consciente, movimiento corporal, espiritualidad, relaciones sanadoras… Cada persona encuentra su camino. Lo importante es que ese camino vaya hacia adentro, hacia la integración y no hacia la negación.
Cuando trabajas tu trauma, empiezas a vivir sin necesidad de huir. El deseo de beber quizás no desaparezca de inmediato, pero pierde fuerza, porque lo que lo sostenía ya no tiene tanto poder. Y entonces no hace falta resistir. Ya no hay que aguantar. Simplemente ya no necesitas beber.
Conclusión
La sobriedad no debería ser una lucha eterna. Debería ser un espacio de libertad, de autenticidad, de descanso. Pero solo lo será si dejamos de verla como un “aguantarse para siempre” y empezamos a entenderla como una consecuencia natural de sanar el dolor que nos llevaba a beber.
No es un camino fácil, pero es un camino posible. Es un camino que lleva a la paz, no como un objetivo final, sino como un estado interno que surge cuando te reconcilias con tu propia historia. Cuando dejas de huir de ella y la abrazas. Cuando dejas de luchar contigo mismo y empiezas a cuidarte.
Y entonces, lo que antes era una batalla diaria por no beber, se convierte en una vida llena de sentido, donde la paz no depende de la fuerza, sino de la sanación.
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